Además de los cinco sentidos clásicos (tacto, vista, gusto, olfato y oído), existen otros dos menos famosos, pero igualmente importantes: La propiocepción y el sistema vestibular. Los cinco sentidos clásicos, son sentidos externos, procesan información del exterior del cuerpo. La propiocepción y el sistema vestibular son sentidos internos y procesan información desde el interior del cuerpo.
Este sistema comienza a desarrollarse durante la gestación de un niño: cuando un bebé estira sus brazos contra la pared del útero, sus receptores propioceptivos y táctiles se activan y aprende acerca de las partes de su cuerpo y cómo se mueven. Al nacer, cada movimiento de un bebé le ayuda a formar el mapa de su cuerpo. Cuando está pateando la silla del automóvil, jugando boca abajo o explorando su cara con sus manos, el bebé está recibiendo información que le permite ubicar todas las partes de su cuerpo, su posición relativa y cómo se mueven.
La propiocepción es el sentido mediante el cual podemos conocer la ubicación de cada una de las partes de nuestro cuerpo en el espacio, aunque no seamos capaces de verlas. La propiocepción interviene en acciones tan importantes como el control y coordinación de los movimientos, el equilibrio, el ajuste automático de las posturas, las funciones manuales, la medición de la fuerza de contracción necesaria para coger objetos, el mantenimiento del nivel de alerta del sistema nervioso y su influencia en el comportamiento.
La propiocepción también interviene en los movimientos orofaciales y en los músculos del cuello, que intervienen tanto en la fonación como en el procesamiento de los alimentos, pudiendo afectar la deglución, el habla, la respiración y la masticación, lo que puede dar lugar a problemas dentarios.
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Fuente:
www.healthychildren.org